martes, julio 03, 2007

Últimamente me siento bendecido. Bendecido por el Dios de la incertidumbre y de la confusión, un Dios que otorga dolores y placeres indistintamente, pero que nunca permite que los mortales se debiliten a sí mismos.

Puede que sea un cambio de foco, perder el control sobre las cosas normalmente me complicaba y estresaba en demasía, pero al final ello otorga un nuevo brillo, des-mecaniza la vida del hombre y la re-naturaliza, le otorga aspectos sublimes que sólo pueden expresarse en tiempos de fin de todos los miedos, en tiempos en que se acepta todo tal cual es, sin rencores ni triunfalismos acelerados, ya que para comenzar el viaje es necesario perderle el miedo al viaje, a la incertidumbre, al sufrimiento, partes importantes y necesarias de la vida del hombre, que como bien decía la parábola, “una semilla sin sequías, sin lluvias torrenciales, sin heladas, con excelente sol, nunca crecerá”.

Por eso ahora me siento bendecido, no enfermo o achacado como lo hubiera señalado en otros momentos, porque la incertidumbre ronda mi cabeza, y sólo le queda a ella manifestarse, y otorgar el veredicto respectivo, un veredicto que siempre será positivo, porque toda experiencia otorga una enseñanza, otorga un nuevo brillo, y sea lo más esperado o lo menos esperado, nada dura para siempre, nada es realmente importante, salvo el camino que uno realiza al andar.


*No duró el intermedio como esperaba...

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