jueves, octubre 30, 2008

El secreto del baño Bâdgerd

El grande y noble príncipe Hâtim Tâi recibe orden de su rey para que averigüe el misterio del Baño Bâdgerd (castillo de la inexistencia). Cuando se acerca a él, después de pasar por muchas aventuras peligrosas, oye que nadie ha regresado jamás de él, pero insiste en continuar. Es recibido en un edificio redondo por un barbero que tiene un espejo y que le conduce al baño, pero tan pronto como el príncipe entra en el agua estalla un atronador ruido, se produce la oscuridad total, el barbero desaparece y, lentamente, el agua empieza a subir.

Hâtim nada desesperadamente dando vuelas hasta que, por último, el agua alcanza lo alto de la cúpula redonda que forma el techo del baño. Ahora teme estar perdido, pero reza una oración y se agarra a la piedra central de la cúpula. Vuelve a sonar un ruido atronador, todo cambia, y Hâtim se encuentra de pie y solo en un desierto.

Después de largo y penoso vagar, llega a un hermoso jardín en medio del cual hay un círculo de estatuas de piedra. En el centro de las estatuas un loro en su jaula y una voz de lo alto le dice: "¡Ah, héroe!, probablemente no saldrás vivo de este baño. Una vez Gayomart (el primer hombre) encontró un enorme diamante que relucía con más brillo que el sol y la luna. Decidió esconderlo donde nadie pudiera encontrarlo y, por tanto, construyó este baño mágico para protegerlo. El loro que ves ahí forma parte de la magia. A sus pies hay un arco y una flecha de oro con una cadena de oro y con ellos pudes intentar, por tres veces, matar al loro. Si le aciertas, desaparecerá la maldición, pero si no, quedarás petrificado como le ocurrió a todos esos."

Hâtim probó una vez y falló. Sus piernas se petrificaron. Falló otra vez y quedó petrificado hasta el pecho. La tercera vez cerró los ojos, exclamó "Dios es grande", disparó a ciegas y esta vez dio al loro. Se desató una tempestad de truenos y nubes de polvo. Cuando todo eso se ha calmado, en lugar del loro hay un hermoso y enorme diamante, y todas las estatuas han vuelto a la vida. Todos le dan las gracias por su redención.


C. G. Jung - El hombre y sus símbolos (Aguilar S.A, 1979). pp. 216-217