Una vez me dijeron, “tu no te sorprendes con nada”, lo cual lo he meditado relativamente. Pareciera que vivo con una especie de panzaísmo (situación en la cual lo extraordinario es visto como normal), con lo cual reduzco a niveles normales las situaciones que pudieran tener características extraordinarias o fuera de lo común.
Es un asunto extraño, pero me mueve la búsqueda constante de otras cosas. No soy una persona que se conforme con lo que tiene, ello es un defecto, y por ende avanzo por la vida en búsqueda de alguna situación que represente un asombro significativo. Ello no quiere decir que no me maraville, ya que ello si ocurre. Ver bellezas de todo tipo provoca un sobrecogimiento de mi alma y un júbilo momentáneo, sólo por la visión de la belleza en cuestión. Pero ello ocurre principalmente ante “imágenes hermosas” y no situaciones.
Una vez señalaba que me sentía como una persona que no veía nada nuevo en el mundo, que todo en él consistía en una mezcla de ciertas cosas que se iban repitiendo constantemente pero que seguían siendo indicio de ciertos elementos básicos, posteriormente modifiqué mi pensamiento, pero sólo en parte.
Lo único que se al respecto es que esta situación tiene dos aristas, la primera una poca capacidad de asombro que puede ser vista de forma negativa. Siempre se han preferido las almas jóvenes que las más viejas, estas últimas sin la capacidad de asombro pero con la facultad de la objetivización de lo ya conocido y por ello el disfrute de lo cotidiano. Lo segundo es que ante lo común, nace el espíritu de disfrute de lo cotidiano tal cual es, de sentir lo que se vive como conocido y por ello con un agrado increíble, objetivo, sin “parafernalia”, pero real, muy real.
Acabando con esto, puede que esté en un punto medio entre estas dos aristas, ya que últimamente he empezado a disfrutar de lo cotidiano, aunque sigo en la búsqueda de algo realmente sorprendente, parafernálico. Puede que consista sólo en esos elementos comunes que todas las cosas tienen. Aún tengo 15 y 70 años.
Es un asunto extraño, pero me mueve la búsqueda constante de otras cosas. No soy una persona que se conforme con lo que tiene, ello es un defecto, y por ende avanzo por la vida en búsqueda de alguna situación que represente un asombro significativo. Ello no quiere decir que no me maraville, ya que ello si ocurre. Ver bellezas de todo tipo provoca un sobrecogimiento de mi alma y un júbilo momentáneo, sólo por la visión de la belleza en cuestión. Pero ello ocurre principalmente ante “imágenes hermosas” y no situaciones.
Una vez señalaba que me sentía como una persona que no veía nada nuevo en el mundo, que todo en él consistía en una mezcla de ciertas cosas que se iban repitiendo constantemente pero que seguían siendo indicio de ciertos elementos básicos, posteriormente modifiqué mi pensamiento, pero sólo en parte.
Lo único que se al respecto es que esta situación tiene dos aristas, la primera una poca capacidad de asombro que puede ser vista de forma negativa. Siempre se han preferido las almas jóvenes que las más viejas, estas últimas sin la capacidad de asombro pero con la facultad de la objetivización de lo ya conocido y por ello el disfrute de lo cotidiano. Lo segundo es que ante lo común, nace el espíritu de disfrute de lo cotidiano tal cual es, de sentir lo que se vive como conocido y por ello con un agrado increíble, objetivo, sin “parafernalia”, pero real, muy real.
Acabando con esto, puede que esté en un punto medio entre estas dos aristas, ya que últimamente he empezado a disfrutar de lo cotidiano, aunque sigo en la búsqueda de algo realmente sorprendente, parafernálico. Puede que consista sólo en esos elementos comunes que todas las cosas tienen. Aún tengo 15 y 70 años.
